Sobre las mentiras
Las mentiras se crean en el momento que queremos agrandar o mutilar la realidad para beneficiarnos de una forma u otra. Las usamos porque nos hacen sentir seguros, nos acercan a un objetivo, o nos ayudan a no tener que enfrentar problemas y situaciones. Son muy útiles y por eso son tan comunes. Por eso tenemos que enfrentarlas constantemente, no sólo con extraños, sino también con nuestras relaciones más cercanas.
En esencia, son bastones psicológicos. Nos ayudan a existir, pero ¿a qué costo? Jugar con la realidad de otras personas es algo que tarde o temprano nos vamos a enfrentar. Generan pérdida de confianza, dolor, tristeza, e incluso ira, pero sobre todo una permanente desconfianza y confusión sobre lo que nos dicen y de lo que creíamos saber de esas personas. Son dañinas, no sólo porque entre más las usamos, más las necesitamos y más complicamos nuestros vínculos, sino también porque esos bastones no nos permiten trabajar nuestros rollos.
La mitad del trabajo es darse cuenta que estamos usando esa ayuda y la otra mitad es no usarla. Pero una vez en práctica tenemos un impulso a continuar. Hay algo en ese proceso de ser fiel a uno mismo y a la realidad que genera demasiada paz. Aunque el proceso en sí, está lejos de disfrutarse. Es más sencillo usar esas muletas para enfrentar la vida, pero a un costo altísimo: nuestro carácter, credibilidad, y vínculos.
Pero quizás lo más importante es darnos cuenta de nuestra propia mentira al decir mentiras, que no podemos tapar la realidad con un dedo.